«El Mastín Inglés es un perro de gran tamaño y robusto, que puede llegar a pesar más de 90 kg. Su altura a la cruz puede alcanzar los 80 cm», dice textualmente una descripción del Kennel Club Argentino sobre las características del mastín inglés, la raza a la que pertenecen los «xx» canes del presidente Javier Milei. Probablemente es la única cifra verificable que ha aportado, en su condición de economista, desde el inicio de su mandato, al sostener que su peso varía entre los 80 y los 100 kilos.
La correcta descripción sobre cuánto acusa en la balanza un cánido de estas características no se compadece con otras de las características que el mandatario ha dado sobre sus preservadas mascotas. Como cierta tendencia a la belicosidad, que obliga a tenerlos cortitos, en sus respectivos caniles. En ese punto, el mismo Kennel Club sostiene: «A pesar de su imponente apariencia y origen, el mastín inglés se caracteriza por su temperamento tranquilo y dócil». Pero, atención: son descendientes de perros de guerra llevados por los romanos a las islas británicas, como parte del proceso de expansión imperial, hace 2.000 años. Punto para Milei. Pese a la caracterización del club especializado, resulta que los bichos eran parte de los ejércitos de Roma. Tan mansos no deben haber sido. Y esa genética queda.
Se podría decir lo mismo de la sociedad argentina. Mansa y tranquila, como cantaba en su apogeo el hoy veterano Piero (nada que ver con los colchones) de golpe puede tornarse belicosa y aguerrida. Recordar 2001, 1945, el año que se prefiera. Ponele que 1955 también, si preferís. La diferencia es que no es posible encerrar a toda una población en un canil.
Sin embargo, esa pareciera ser la idea base que parece regir a la administración Milei. Cierta convicción de que hay un aborregamiento de la población promedio, dispuesta a recibir frases y cifras con fácil deglución y tránsito intestinal. No vaya a ser, empero, que de un momento a otro haga falta una cantidad exorbitante de Actimel , ante una epidemia de estreñimiento a sobrevenir imprevistamente. Y la producción no pueda responder a la demanda, como pasó con los Off ante la invasión de mosquitos que perturbó el pasado estío. El oligopolio Danone-La Serenísima puede ser tan ineficiente como el de SC Johnson, a la hora de las emergencias.
Así, Milei protesta, ante el nuevo periodismo New Age que lo entrevista -el de las pseudo preguntas sin signos de interrogación: «Ah, mirá vos»; «Qué buen título»; «Ajá»; «Uia, qué fuerte»-. Un periodismo de interjecciones, all uso de la vieja serie Batman. «370 mil millones de dólares» sería el gasto que los degenerados fiscales obligarían a erogar al Estado, de no vetarse la nueva ley de cambios en el modo de calcular los haberes previsionales. Ajá.
«Tomaron una medida que le cuesta a los argentinos 370 mil millones de dólares arruinándole la vida a nuestros hijos, nuestros nietos y a generaciones futuras», dijo Milei textualmente, según glosa la página oficial de Difusión Presidencial, en Argentina.gob.ar. Pero no pasarán, tal como decían los republicanos españoles. Contradicciones del amigo de Vox. Es que, «desde que nosotros llegamos al poder, las jubilaciones están un 5 por ciento arriba, le ganaron a la inflación». Ajá.
«En 7 meses metimos un ajuste fiscal de más de 15 puntos del PBI, haciendo el ajuste fiscal más grande de la historia de la humanidad», agregó, en su visita a la bolsa de Rosario. Ajá. Y fue por más: «Logramos torcerle al mercado en una corrida de 2000 palos verdes. ¿Y saben por qué? Lo hicimos porque del otro lado teníamos 17 billones de pesos que los acumulamos gracias al superávit fiscal». Ajá. Otra, otra, pidió el auditorio, tan manso y tranquilo como Pieros siglo XXI. Y se les concedió: «»De estar discutiendo una hiperinflación, con niveles del 17.000%, la verdadera inflación macro argentina hoy viaja al 5%». Ajá. Será con SUBE. Fue una zapada monumental, para el éxtasis de los vejetes promedio que campean en esos sitios.
También dijo algo así como que es el primer presidente liberal libertario y que llegó a ser elegido precisamente para dar vuelta como una media a este país fallido. Que no hubiera sido elegido en Suiza, por ejemplo. Desde ya. Justamente un reciente reporte de José Kress, editor de Swissinfo, dice, glosando un informe del medio público -sí, público- SRF, para los germano-parlantes: «El impacto económico bajo el gobierno de Milei no sólo afecta a las personas jubiladas, sino a una gran parte de la población argentina, donde la tasa de pobreza ha alcanzado casi el 60%». De paso, comenta que el medio Le Temps, para la población francoparlante de ese país, publicó: «Un mil millones -sic- de dólares en oro ha salido discretamente de Argentina con destino a Londres. El gobierno asegura que se trata de una inversión, mientras que economistas locales sugieren otra hipótesis. Para quienes ven esto con ojos críticos, Milei parece repetir las políticas de Menem: malgastar los recursos nacionales, endeudar al país y privatizar las empresas estatales para obtener liquidez». Acá no hay ajaes.
Así, pueden listarse centenas de frases pronunciadas ante diversos auditorios, con cifras indemostrables, inverosímiles, distorsionadas. La revolución libertaria, tan autocelebrada, no parece ser tan admirada fuera del micromundo mileísta. France 24 dio cuenta de un informe de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires que coloca al salario básico argentino en un nivel real de 200 dólares, insuficiente para afrontar el costo de vida más alto de la región «e incluso de ciertos países de la Unión Europea en términos relativos». El mismo centro de estudios dice que «las modificaciones en Bienes Personales aprobadas el pasado 8 de julio a través del paquete fiscal (Ley 27.743) afecta negativamente a la clase media mientras que favorece a los más ricos». Ahí no hubo amenaza de vetos.
En suma, sobran los motivos para descreer de las mediciones que avalan el modelo del país canil. Por eso, habrá que tener en cuenta cuán útil es meter perros en las estrategias de difusión oficiales -Balcarce, Dylan, Thor-. ¿Habrá perdido vigencia la máxima de Perón sobre que la víscera más sensible es el bolsillo?; ¿o el lamento del ex ministro de Economía Juan Carlos Pugliese, que hacia el final del gobierno de Raúl Alfonsín tuvo la ocurrencia de hablar con el corazón y le contestaron con el bolsillo?
Con alta probabilidad, como gustan decir los augures economistas -que paradójicamente siguen dando cátedra en medios como si fueran infalibles- haya que encomendarse a otro Pugliese, Osvaldo. El maestro director de orquesta tanguera que se convirtió en estampita de la suerte para los agnósticos. San Pugliese. En algo hay que creer.
Por Ángel Coraggio