“Tuitean” a los gritos los más encumbrados protagonistas del gobierno de la Nación y del fútbol argentino. Fundamentan sus posiciones a partir de la letra grande y la letra chiquita, lo obvio. El fondo: por qué si o por qué no a las SAD, las Sociedades Anónimas Deportivas. Y en el medio de esta cancha embarrada, la realidad, lo que sucede de hecho en la práctica.
La “unanimidad” contra las SAD en el fútbol argentino, aquella que pactaron los dirigentes ante una convocatoria de la AFA, no es ni más ni menos que la bajada vertical del presidente Chiqui Tapia. Pero no todos le dicen “no” a las Sociedades Anónimas Deportivas. Juan Sebastián Verón, flamante titular de Estudiantes de La Plata, abraza a la idea que suspendió la Justicia, la alternativa que había sido incluida en el mega DNU de Javier Milei.
Ahora bien, bajo la normativa actual, alguien puede explicar sin tropezar ¿qué son los grupos empresariales que aportan dinero y jugadores a las asociaciones civiles, y se los llevan seis meses después al mejor postor, dejando en el club de turno un agujero deportivo y un puñado de dólares? Son Sociedades Anónimas encubiertas. Son los mismos grupos que, probablemente, acudirían como privados a las Sociedades Anónimas Deportivas ante la primera opción de explotar a un club.
El denominador común de estos gerenciamientos fue literalmente la explotación. Los privados se limitaron a la timba de compra y venta, y a la explotación de derechos sin inversión, obras, recambio, etcétera (salvo alguna que otra excepción a la regla).
Se entiende entonces por grupo empresarial a sociedades anónimas encubiertas, que el actual modelo enriquece sin pedirle nada a cambio. Injusto. Desbalanceado.
La función social de la asociación civil sin fines de lucro es tan necesaria para la comunidad que contiene al club como la salud del club en cuestión. Un marco normativo que regule la acción del grupo inversor, que limite sus acciones, fije reglas claras en cuanto a los tiempos y las inversiones, y que sea fiscalizado por los socios, se parece a un escenario superador. No rompe la esencia de la asociación civil; controla la dinámica del grupo inversor.
Las declaraciones de principios románticas contra grupos empresariales clásicos son una puesta en escena. El “cuidemos a los clubes” no es sinónimo de que el grupo inversor haga lo que quiera, sin rendir cuentas… Siguen exclamando en redes sociales, de un lado y del otro, los más encumbrados protagonistas del gobierno de la Nación y del fútbol criollo, mientras los mismos grupos empresariales de siempre compran y venden jugadores usando a la institución solamente como un puente.