Entre toneladas de dinero, una vida paralela y haciéndose pasar por empresario, así vivió durante 2 años un agente de la DEA (Administración de Control de Drogas) que se infiltró dentro del cartel de Pablo Escobar Gaviria e incluso logró acabar con el BCCI (Bank of Credit and Commerce International), uno de los bancos más importantes del mundo.
A fines de los 80, Robert Mazul dejó atrás su vida. Nombre, apellido, esposa y dos hijos. Entre 1989 y 1991 se sumergió de lleno en una operación de película que integró varias agencias del gobierno estadounidense con un único fin: acabar con las finanzas de los carteles de la mafia, especialmente el de Medellín.
Escobar Gaviria era el mayor traficante de cocaína hacia los EE.UU y las autoridades de ese país buscaban liquidar su red. Es por eso que Mazul ideó un plan para infiltrarse dentro del cartel, haciéndose pasar por un empresario corrupto.
Creó un personaje ficticio para meterse dentro del Cartel de Medellín
Mazul creó un personaje que se acercó lo máximo posible a su propia personalidad. Buscó a alguien que, al igual que él, hubiera nacido en la misma época, fuera del área metropolitana de Nueva York y en una familia de ascendencia italiana. Así asumió las características de Robert Mussela, una persona real, pero que ya había muerto.
En una entrevista con la BBC, explicó que “una de las cosas que se aprende durante el entrenamiento de encubrimiento es mentir lo menos que puedas y actuar lo menos que puedas”. Y sumó: “Mussela era congruente conmigo. Tengo una trayectoria de contador y trabajé en un banco antes de volverme un agente de la ley. Esos eran los antecedentes que tenía Mussela”.
La identidad de ambos era casi idéntica, entonces sobre esos fundamentos construyó todos los detalles que le permitieron sostener su identidad falsa. Una vez transformado, con también una novia ficticia, el siguiente paso era tener una entrada al Cartel de Medellín y escalar lo más alto posible dentro de la organización de Pablo Escobar.
Mazul, que ahora era Mussela, se mostraba como alguien de acceso imposible. Jugó un rol importante un colega que hizo de “representante” de sus negocios, que al principio coordinaba transferencias de hasta más de un millón de dólares.
Este último, además, fue el encargado de hacer contactos con personas del cartel a las que les comentó que era capaz de transferir dinero por medio de una cuenta que su “jefe” había abierto. Sin embargo, había un problema, dijo que su “jefe” no quería verse cara a cara con nadie, aunque les insistió en que si lograban convencerlo, él podría manejar sumas de dinero ilimitadas. En seis meses ya le habían golpeado la puerta, tentados por la jugosa oferta.
Las primeras reuniones comenzaron con personas de poco poder dentro del cartel. Solo se hicieron alguna transacciones durante un corto tiempo. Con la intención de poder conocer gente que estuviera más arriba, Mussela empezó a poner obstáculos para seguir con el negocio. El objetivo principal era Gerardo Moncada, la mano derecha de Escobar Gaviria.
Tras mostrarse firme con su pedido, recibió la respuesta que esperaba. En París se reunió con el abogado que representaba al cartel y, luego, con el mismísimo Moncada. Era uno de los principales socios del cartel y a quien Escobar Gaviria le había encargado el manejo de la economía en la organización.
“En esa reunión estábamos discutiendo crear en Europa un fondo de ahorros, en representación de ellos, por un total de unos US$100 millones. Ese fue el momento en que nos vimos involucrados con dinero de verdad”, aseguró Mussela.
Una verdad que estuvo cerca de caerse
La gente del Cartel de Medellín comenzó a dudar de Mussela. Cerca de las reuniones que mantenían, había agentes no encubiertos que estaban allí porque sostenían que era importante vigilar y seguir a los narcotraficantes después de las transacciones.
Sin embargo, los delincuentes eran más listos que ellos. También tenían grupos de observación, que comenzaron a ver que había vigilancia en las calles cuando se suponía que nadie estaba al tanto de las actividades.
Moncada comenzó a tenerlo entre ceja y ceja hasta que, mediante un llamado desde Colombia, le hizo saber a Mussela que creían que era una agente de la DEA encubierto.
Mussela solicitó una reunión cara a cara a Moncada, que envió hacia Miami a uno de sus representantes para esclarecer la situación. En contra de todas las recomendaciones que le habían hecho, el agente fue solo y sin saber qué es lo que podía pasar.
En una charla, le dijo que esa información de vigilancia era sensible para ambos, y que necesitaba su ayuda para encontrar las fisuras. De esta manera logró calmarlo. “Si actuaba asustado habría más probabilidades que me atacaran”, dijo en una entrevista en 2011 con el portal El Sur.
Cuando parecía que todo estaba bajo control, el narcotraficante le pidió registros de las transacciones de los bancos suizos, los cuales Mussela tenía en un maletín dentro de su auto. Pero no era lo único dentro el maletín, también había una grabadora escondida, la cual casi quedó a la vista del enviado por Moncada.
Tuvo suerte y logró esconderla antes de que se acercara para agarrar los documentos solicitados. Esa misma maleta y grabador le permitió registrar decenas de conversaciones con las cabezas del banco BCCI y probar que sabían que el dinero que manejaban era de carteles.
El fin de una misión de película
De alguna manera había que juntar a todos los miembros del cartel e instituciones bancarias en el área de Tamba Bay, Florida, ciudad donde se estaban formulando los cargos para poder llevarlos a juicio.
Su novia ficticia, Kathy Ertz, tuvo la idea de invitarlos a todos a un falso matrimonio. Ella misma fue la encargada de anunciar que se iban a casar e invitaron a todos a un retiro de varios días que terminaría con la boda. El golpe llegó antes de la ceremonia, en una supuesta despedida de soltero sorpresa.
Durante una fiesta de la que participaban altos miembros de los bancos, del Cartel de Medellín y otros agentes, llegaron limusinas -manejadas por agentes encubiertos- que los recogieron para llevarlos al evento. Los trasladaron hasta un edificio en el centro de Tampa, donde una importante unidad especial los esperaba para arrestarlos.
Cerca de 50 implicados cayeron esa noche y luego hubo una segunda ola de arrestos. En total, terminaron siendo más de 100 personas procesadas. En esta impactante operación también cayó uno de los bancos más grandes de todo el mundo en aquel entonces: el Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), que tenía su sede en Luxemburgo.
Los hechos mencionados ocurrieron realmente de modo tal que salió un libro llamado “El Infiltrado”, el cual luego fue transformado en una película que tuvo la participación estelar de Bryan Cranston, el actor principal de la reconocida serie Breaking Bad.