El síntoma más grande de la decadencia es el triunfo de los peores, lo que se ve agravado cuando los que tienen la responsabilidad de gobernar habitan en las nubes y rara vez apoyan las suelas de sus zapatos sobre la tierra. Mucho se dijo en estos días sobre los desvaríos verbales de nuestro Presidente, pero la realidad de la Argentina modelo 2021 se impone: en el conurbano bonaerense y otras zonas del país de cada cuatro chicos, solo uno come todos los días. ¿Qué nos está pasando? ¿Quién se hace cargo?
Las culpas parecen (solo parecen) ajenas, pero la responsabilidad es de los que gobiernan, quienes en lugar de “decir” deberían ocuparse más por “hacer”. Que en el granero del mundo vivamos situaciones de hambruna es la evidencia más patética y triste de un modelo populista que no sirve nada más que para generar más y más pobreza.
En Argentina tenemos el Ministerio de la Culpa Ajena, en el cual trabajan muchas personas, algunas a sueldo, otras por el movimiento, y varios porque no encontraron nada mejor que hacer. El Ministerio de la Culpa Ajena cuenta incluso con la Orquesta Desafinada de los relatores del relato, que emula los acordes de la orquesta Wallace Hartley Band del Titanic. Los desaciertos son muchos, y explican en gran medida el estado de degradación actual que padecemos, donde la prioridad es ganar una elección y no ocuparse de los quienes que están en la miseria a consecuencia de un modelo de país que ha fracasado, y solo se sostiene por un puñado de contribuyentes que alimentan las angurrientas arcas públicas. Administrar mejor pareciera que no es una opción viable. El Estado tiene agujeros por todas partes por donde chorrean miles de millones mal gastados todos los meses, que bien podrían ir a la ayuda de los más necesitados.
Existe en nuestra dirigencia, que pareciera habitar en las nubes, una clara tendencia mayoritaria a “colocar” la culpa de los propios errores en cualquier otro lugar que no sea asumirlos y hacerse cargo. Los desaciertos en el tratamiento de la pandemia nos han colocado entre los primeros puestos de los países que peor manejaron la catástrofe sanitaria.
Estamos entre las diez naciones con más contagiados del mundo. Llama la atención, en este caso particular, que desde el “centro decisorio” no se hagan cargo, asuman su responsabilidad, pidan perdón por los muertos que tristemente quedaron en el camino, y traten de seguir adelante corrigiendo lo que se hizo mal, y mejorando lo mediocre. Desde el de poder real de la coalición gobernante, en lo relativo a la pandemia son más que llamativos los largos silencios, tanto que se podrían interpretar como una falta de interés, que solo se atiende cuando pone en juego su continuidad. Mientras los países avanzados ya transitan la nueva normalidad, a nosotros nos tocas esperar viernes de por medio las novedades del decreto presidencial con las restricciones de tal ocasión. Una performance paupérrima.
En el Ministerio de la Culpa Ajena, el vacunatorio VIP es tan solo una payasada y digo “es” porque aún no “fue”. Una bandera sin sentido que se levantó desde la oposición y de los medios imperialistas. La vacunación anticipada de amigos, entenados y partidarios de la coalición gobernante no fue responsabilidad de nadie, simplemente algo que pasó. El Ministerio de la Culpa ensayó varias explicaciones payasescas para argumentar una defensa paupérrima de un acto imperdonable. Quizás resulta imposible determinar cuántas personas murieron por no tener una vacuna a tiempo. Pero es seguro que tristemente fueron muchas. Resulta penoso ver el tratamiento desde la política oficial que se le dio a este tema, tanto como las fotos que exhibieron de manera pornográfica el acceso privilegiado a la vacuna exponiendo la amoralidad de la manera más cruda posible. La culpa no es de nadie. Nadie se arrepintió, incluso haciendo gala de su soberbia, un encumbrado funcionario señaló que su único arrepentimiento era no haberse sacado la “foto”. Sin palabras.
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En pandemia, gobernar es vacunar a tiempo y a todos. En lugar de eso la culpa es de Pfizer, de los proveedores, del sistema, de todos menos de los que tomaron las decisiones, los que gobiernan desde la nubes no tienen responsabilidad alguna. Sabíamos de antemano que el invierno llega 21 de junio de 2021, también conocíamos de antemano que los primeros fríos los íbamos a tener de mayo en adelante. Y también estábamos al tanto, porque “miramos lo que pasa en Europa”, que la segunda ola iba a ser una cruda realidad.
Con ese escenario por delante, las vacunas de Putin y Xi Jinping (como todas las demás) deberían haber llegado en cantidades suficientes para diciembre/enero pasado y para marzo deberíamos haber tenido la cantidad de vacunados que recién hoy estamos alcanzando. También debieron llegar “todas” las demás vacunas disponibles, incluidas las de fondo COVAX, al cual no se le pidieron que mandaran la totalidad de las vacunas que teníamos a disposición, una procacidad tan grave como torpe. Cuando nos referimos a todos, son todas, sin excepciones, porque cada excepción que se hizo, ya sea por ideología o por torpeza, son vidas que se quedaron en el camino, producto de una inoperancia desgarradoramente trágica.
Los cien días de atraso se traducen en vidas que se perdieron. Pero las culpas siempre son ajenas. No se asume la impericia en la gestión sanitaria. Los resultados están a la vista. Son abrumadores. Los datos duros, para el que no quiera verlos pueden ser chequeados muy fácilmente. Quizás no verlos sea más cómodo, pero están ahí, a disposición de todos y todas.
Otro de los hitos del Ministerio de la Culpa Ajena es que nos estamos quedando sin gas. Sí, justo ahora que el frío se impone. Para tener gas hay que invertir, o sea generar las condiciones para la inversión necesaria para que la extracción de gas sea una realidad. En las condiciones actuales de nuestra aldea pobre y mal administrada, las inversiones no llegaron ni llegarán. El precio local está por debajo del internacional, la inversión se trae al dólar oficial y no al valor real, más otras trabas adicionales, hacen inviable todo intento de inversión, en un rubro donde ésta debe ser permanente. Todo ese combo hace que tengamos que traer barcos cargados de gas desde el exterior, pagando cientos de millones de dólares que no tenemos. Pero a la hora de rendir las cuentas pareciera nuevamente que nadie tiene que pagar, salvo los contribuyentes. La falta de gas es una deuda más del gobierno a consecuencia de la falta de previsión, ya que, como paso con la vacunación, todos sabemos que el invierno siempre llega el 21 de junio de cada año.
A la vez que nos enteramos que en el conurbano bonaerense y otras zonas del país de cada cuatro chicos, solo uno come todos los días, algunos legisladores tuvieron la desfachatez de señalar que sus dietas están entre las más bajas, pues sí, somos un país pobre, no pueden pretender sueldos de ricos. La remuneración de un diputado es actualmente en promedio de unos $ 200.000, que se incrementa hasta un 14% en caso de desarraigo.
Que tengamos que discutir en la argentina de las cinco pandemias (salud, economía, seguridad, instituciones y educación) las dietas de los legisladores, al mismo tiempo que tuvimos la cuarentena más larga del mundo, destruyendo aún más la frágil situación de millones de argentinos que están en la pobreza o directamente en la miseria, resulta bochornoso. Los congresistas deben ser los primeros que tienen que salir a poner el pecho, porque son ellos, los representantes del pueblo, los primeros en pedirle a sus representados sacrificios de todo tipo. Son discusiones propias de un país cuyos dirigentes viven en las nubes gozando de privilegios que el pueblo que dice defender no tiene. Nunca dejaron de percibir sus dietas, y algunos además sus jubilaciones, más las del séquito de asesores, más gastos y más privilegios propios de su cargo, choferes, teléfonos, etc. pero impropios de una nación en quiebra y con miles de pobres arrojados a la miseria día tras día.
Bien valdría la pena que donen parte de sus ingresos como legisladores para la alimentación de las criaturas que no tienen que comer.
El intento de monotributo “retroactivo” se pareció más a una “joda para Tinelli” que a una decisión lógica, mesurada y acorde a los tiempos que corren. En este caso el Ministerio de la Culpa Ajena se hizo cargo y apretó el botón recalculando porque advirtieron que afectaba incluso a su propia base de votantes. Resulta rayano en la insania, con los padecimientos que la población en su gran mayoría esta “conviviendo” en estos tiempos, sacar regulaciones “retroactivas” que ponen nuevas cargas sobre el contribuyente, como por ejemplo la que dispone que quien no esté conforme con su nueva categoría de monotributista debe realizar el trámite pertinente mediante la web de la AFIP antes del 25 de junio.
La población “normal”, los que no viven en las nubes y tienen los pies sobre la tierra está harta de que se le continúen imponiendo trámites tras trámites desde la administración, solo para mantener un Gobierno inflamado por la ineficiencia de la administración de lo que se gasta: Casa Patria, o las entregas que se hacen desde el PAMI a centros de jubilados donde parecieran funcionar Unidades Básicas partidarias, o los bolsos de la TV pública, solo por señalar algunos ejemplos entre muchos despilfarros de lo público.
En el Ministerio de la Culpa Ajena, la “Yihad contra el Poder Judicial” es “culpa” de la propia justicia que no ha sabido comprender los clamores de la coalición gobernante.
Debemos sumar dentro de los hitos del Ministerio de la Culpa Ajena toda la saga relativa a la fallida expropiación de Vicentin, pues marcó un quiebre en la relación del Presidente con una parte importante de la sociedad. Malogró los berrinches del titular del ejecutivo nacional en contra del juez del concurso que hizo lo que debía hacer actuando conforme a derecho. En este caso pudimos observar cómo un buen juez, que hace su trabajo, le puso un freno a los ímpetus expropiatorios del poder de turno, y, es precisamente con ese tipo de fallos donde cobra relevancia la independencia del Poder Judicial como contrapeso de los otros poderes, mal que le pese a la diputada oficialista que esta semana afirmo que hablar de republicanismo en pandemia es una locura. Está muy equivocada, es justamente lo que debemos hacer.
Para los que gobiernan en las nubes hay problemas que no son prioritarios. El narcotráfico, su crecimiento y expansión a lo largo y lo ancho de nuestra nación, la participación de prósperos carteles que vienen a nuestras tierras atraídos por las “facilidades” de operación, es un flagelo que se está cobrando ciento de miles de vidas, al cual no se le presta la atención necesaria. No está dentro de las prioridades del Gobierno nacional su combate más acérrimo.
Desde el Ministerio de la Culpa Ajena nada se dice sobre esta tragedia. Solo podemos observar, cada tanto, en los medios de comunicación alguna operación “contra” el narcotráfico, pero no vemos todo lo que el narco esta haciendo en pos de su vertiginoso crecimiento. Llama la atención nuevamente que desde el centro del poder político de nuestra nación, el silencio sea lo único que se comunique en relación a este tema tan grave que con la crisis económica recobra actualidad e importancia, pues muchos lamentablemente no encuentran otra salida que rendirse al poder de los “capos” del narcotráfico. Que no haya un plan para combatir el narcotráfico, que no se comunique a la población y que no se cuide debidamente a las víctimas de la droga es una deuda más que tiene el Gobierno de los que habitan en las nubes.
Todos estas odiseas de la historia reciente, son tan solo un ejemplo de que cuando se juntan la soberbia con el fracaso los resultados son devastadores para la población que se gobierna. Se habla de la herencia del gobierno, pero no se dice nada de la herencia que heredó el gobierno anterior. En esto los datos duros matan relato, por más que los acérrimos defensores del relato salvaje renieguen o insulten en las redes sociales, basta con ir a las fuentes, estudiar las estadísticas y sacar conclusiones precisas.
Lo que no podemos seguir haciendo es poner en la categoría de enemigo al que piensa diferente, porque eso es la democracia, la conjunción de muchos pensamientos y por cierto muy disímiles entre sí. La grieta infame se alimenta sobre las diferencias irreconciliables, pero termina siendo funcional al poder político. Con la grieta se ganan elecciones.
Argentina hoy se ha convertido, a consecuencia de las decisiones de la clase gobernante, en un país terriblemente exitoso en fabricar pobres. En todo lo demás hemos fracasado como modelo de nación. El estado se administra mal, se gasta de más, de manera ineficiente. Se hace política -no este gobierno, sino todos- con la caja del Estado. Se hace también política con las vacunas. Se hace política con la pandemia. Todo, absolutamente todo se pone al servicio de la política y la perpetuación en el poder. Por eso, lamentablemente cuando se gobierna para ganar una elección y no para sanar una nación rota, se nos hunde aún más en el abismo del fracaso.
Hay que dejar de habitar en las nubes y poner los pies sobre la tierra.